Varios ciclos, varias guerras y varias muertes transcurrieron en un bucle cuyo fin parecía no encontrarse jamás. Trece ciclos fueron necesarios para que, al fin, todo acabara, para que el poder de la armonía refulgiese con el intenso brillo que sólo la luz puede ofrecer. Los guerreros fueron devueltos a sus mundos, a sus verdaderos hogares y el mundo, a pesar de la eventual descomposición, mantuvo una paz que no había alcanzado jamás durante ese extraño experimento, ese extraño bucle.

Desde entonces, el mundo tras largos días y largas noches fue restableciendo un orden. El poder unido de Cosmos y una extraña identidad empezó a actuar directamente sobre el planeta, creando bastos mares y ríos, tierras con praderas, montañas y bosques. Criaturas hermosas, exóticas y raras a la vista. Criaturas que simplemente vivían ajenas a todo cuanto les rodeaba y criaturas pensantes, elocuentes y extrañamente maravillosas.

Todo cuanto rodeaba al mundo desprendía una armoniosa salud y viveza que pronto transformó simples factores normales en cultura, en idioma, en vida propiamente dicha. Los que allí moraban crearon países y, en ellos, ciudades. Grandes estructuras de piedra, mortero y madera cuyos estandartes se imponían con honor y gloria.
Otros, sin embargo, construyeron chozas, lugares más pequeños y tranquilos. Podían vivir en la tranquilidad de un bosque, la humedad de un pantano o la desolación de un desierto. ¿Quién necesitaba toda aquella parafernalia?

No obstante, algunos crearon verdaderos imperios. Tecnología capaz de crear edificios enormes, rascacielos arquitectónicos dignos de admirar, tecnología de punta con una avanzada red que les facilitaba la mayoría de sus quehaceres.

Todo, todo cuanto rodeaba aquel mundo extravagante y enorme que era celosamente vigilado por el poder de la Armonía pronto tornó un giro inevitable. El poder de la mente, de la razón, del libre albedrío llega a sitios que ni siquiera el poder divino puede manipular.
Guerras empezaron. Tal vez no entre países o entre reinos, pero si guerras. La monarquía implantada en ciertos lugares imponía el deber de salva guardar a su reinado. La democracia, por otra parte, imponía leyes a las que debía de aferrarse todo ciudadano.

Pero de entre toda esa discordia, aparecía la armonía. Un baile lento pero sincronizado entre ambas fuerzas en las que, cuando una daba un paso, la otra se lo sostenía. Y así sería, durante muchos años hasta ahora…

Los guerreros de Cosmos, así como los de Caos, volvieron a ese mundo. Todos, sin distinción de un bando o del otro, fueron reunidos en ese mundo, en distintos sitios, con distintos fines. ¿Qué le pasó a sus recuerdos? ¿Qué le pasó a la memoria que revocaba sus mentes las guerras de antaño?
Todo fue pulverizado, recreando en sus mentes otra vida, otra fuente. Ya no habrían más guerras o, en todo caso, serían más leves, por lo que a todos se les dio una segunda oportunidad.

Los guerreros de Cosmos, los guerreros de Caos. Ninguno tiene distinción, todos llegaron iguales al mundo y sólo sería su libre albedrío el que decidiría qué camino tomar.
Sin embargo, debido a los acontecimientos pasados y la derrota de Caos, Garland no fue jamás a ese mundo.

Cosmos es ahora la diosa de ese precioso y llamativo mundo. Algunos la adoran, la veneran y hacen ritos en su nombre. Han establecido reinos hacia su benevolencia y confían en su poder así como en su sabiduría. Muchos le oran para que todo, en sus vidas cotidianas, salga perfectamente.
Por otro lado, tenemos los seguidores de Caos. Personas de ritos paganos, una religión abandonada. Se sabe de la historia que Cosmos y Caos duraron 13 ciclos luchando para la creación de un mundo, pero no se saben los detalles. Se sabe de la inminente derrota que tuvo Caos en manos de los valerosos guerreros de Cosmos. Pero, según escritos perdidos y oscuros creados por una energía aún desconocida, se dice que hay una forma de llamar nuevamente el poder de Caos.

De éste punto parte la historia. ¿Quiénes son estos seres y por qué buscan revivir a Caos? Hasta ahora, todo es sólo una simple superstición.