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El bosque frondoso en magnitud en extremadamente mucho silencio hizo que le joven Arekus pensara a lo largo de todo el camino. Pensara no solo en sí mismo o en la misión sino que recordara a su padre quien había hecho un gran trabajo entrenándolo. Iba recordando los buenos y malos momentos, las imágenes caían unas tras otras pequeños combates de taijutsu, las clases teóricas de su padre, la ética ninja todo lo que era sabiduría invadía su mente con pequeñas cintas que hacían comprender que esas cosas jamás las olvidaría. A medida que avanzaba los recuerdos al igual que el bosque se hacían más profundos imágenes de su estadía en la academia, la información recibida, el humor con el que actuaba, su personalidad y energía vitar de niño. Cerro sus ojos y la imagen de un ninja diciéndole que su padre estaba enfermo y que debía cuidarlo, las ganas eliminadas de seguir en la academia, la agonía de su padre, la responsabilidad en sus hombros, el dolor de sentir que se perdía y más aun que su pilar se esfumaría sin volver a dar rastro de su paradero. Se detuvo en una de las ramas de aquel bosque y se sentó unos minutos soltando algunas lagrimas para luego pararse secarse estas mismas y decir
-La tristeza no es mala…, no es mala….!!!-
Dicho esto siguió su camino avanzando con el fin de llegar a la aldea entre recuerdos y melancolía.